domingo, 3 de diciembre de 2017

EXCURSIÓN AL HERMOSO PUEBLO DE LOS NEVADOS EN MÉRIDA





CAMINATA AL PUEBLO DE LOS NEVADOS 

17,18,19 de Noviembre de 2017. 

El día había llegado, así que tome mis previsiones y viaje una noche anterior al día pautado para el encuentro de caminantes en Mérida, llegando a muy buena hora para terminar de hacer las compras para llevar en el recorrido. Como había viajado aproximadamente 12 horas por carretera, pude descansar toda la noche, para estar de pie a primera hora del día siguiente. Estando al igual que los otros treinta participantes, que venían de varias partes del País, de primeros en la fila que nos llevaría a abordar EL TELEFÉRICO MÁS ALTO DEL MUNDO, una joya arquitectónica de nuestro país que nos llena de orgullo a los Venezolanos.




Así, luego de un par de arepas andinas exquisitas y muchas fotitos con el agradable grupo de excursionistas, subimos el teleférico hasta la última estación Pico Espejo, es un trayecto muy agradable se puede apreciar desde arriba la maravillosa vegetación que adorna a la sierra nevada, los imponentes pinos, los delicados frailejones, que lucían sus hermosas flores amarillas, dándonos esa impresión primaveral, en ese ambiente tan fresco y puro.



Una vez en la cima del Pico, se puede apreciar las montañas que hacen parte de la cordillera más larga de la tierra, la cordillera Andina, que como dice el grupo calle trece en su canción Latinoamérica, es la espina dorsal de nuestro planeta. 



Como el tiempo apremiaba para el inicio de la caminata, bajamos rápidamente a la estación Loma Redonda, el cual sería el lugar de partida. Debo confesar que estaba algo nerviosa, no estoy acostumbrada a caminar a más de cuatro mil metros de altura, y tampoco había entrenado lo suficiente para enfrentar dicho reto, y al mirar desde arriba las caminerías, sentí un sustito en el pecho. Sin embargo, no soy de las que se amilanan y menos de las que dejan caminos a medias. Así que comencé a caminar, en un lugar de ensueño.


El recorrido no se me hizo tan fuerte, pues conté con el apoyo de dos caballeros (Enrique y Jesús) que hicieron de la fuerte caminata, un agradable paseo entre las montañas. 

Al principio bordeamos el Pico Espejo, en una subida regular, para llegar a lo alto de la Cruz, con 4200 msnm, luego todo fue en descenso. 

La caminata se hace entre una caminería de piedras, rodeada de un paisaje alucinante, hace algo de frío así que es conveniente llevar ropa abrigada. De igual manera, llueve o llovizna con frecuencia por eso no hay que olvidar el poncho, yo lo hice y llegue empapada al pueblito de los Nevados.



Sin duda, no hay palabras para expresar con exactitud como se siente estar en medio de tantos frailejones, es como tener un jardín gigante de flores amarillas, y para los amantes de las flores ¡como yo! literalmente es tener la felicidad al alcance de la mano.



Los frailejones poco a poco van quedando detrás del camino, mientras la ruta se hace más sencilla, con bajadas no tan pronunciadas, y así al cabo de unas cinco horas y un descenso de aproximadamente dos mil metros, comenzó a llover justo cuando faltaba poco para la llegada. 

Una vez en la acogedora posada, nos encontramos con el resto del grupo. En la última hora del recorrido me había comenzado a sentir un poco mal, es muy común que en estos parajes podamos sufrir del mal del páramo, malestar ocasionado por la altura. 

La parte baja del cuello me había estado molestando y rápidamente me sentí descompensada. Sin embargo, gracias a un poco de miel de panela me pude mejorar, y así degustar una rica cena andina, acompañada de una sopa de lentejas y verduras frescas, que me supieron a ambrosía y me dejaron como nueva. Tan bien me sentía que me uní al grupo que estaba en la sala de la casa, improvisando un conjunto musical, con tobos por tambores y un rallador por charrasca. 

Enrique fue en definitiva el protagonista de la noche, acompañado por otros compañeros, quienes conjuntamente nos dimos un paseo por toda la música tradicional venezolana, comenzando por la Andina, Llanera, Marabina, hasta llegar al repique de los tambores de la Costa. 




Tras una noche maravillosa, no solo por la cena y la parranda. Si no, por haber conocido personas estupendas... Entre ellas, Sui, chica historiadora con quien se puede tener una buena conversación, ademas de los chicos trujillanos, de quien me quedó muy buena impresión, por ser educados y nobles. Me desperté muy temprano para degustar de una taza de café con una maravillosa vista hacia a las montañas y el encantador pueblo andino.  (Que sencillo es ser feliz). 



Luego de un abundante y deliciosos desayuno, emprendimos el segundo día de recorrido, hacia el río y la casa del poeta Francisco de Asís Castillo en Carrizalez, una caminata de subidas y bajadas no tan prominentes que atraviesan hermosas colinas verdes. En la cima de una de ellas pudimos observar a lo lejos el pueblo.


Al llegar a Carrizales, nos recibió el poeta y su adorable esposa, así como la imagen de la hermosa virgen, a los cuales le cantamos y leímos poemas del dueño de la casa, quien fue un excelente anfitrión, y nos enseño que la edad hace al hombre de la montaña, más sabio y más bueno.




La hospitalidad del Andino, los hace personas adorables, parecen tan recios y al mismo tiempo tan dulces, creyentes de Dios y amantes de la naturaleza, agricultores que respetan la tierra y reciben agradecidos sus frutos, y así lo ofrecen sonrientes a los visitantes. 

El poeta 
Se hacia tarde, así que nos despedimos, aprovechando que había buen tiempo para tomar un baño en el río de piedra. El grupo estaba muy contento, jugaban corriendo por entre los caminos, una de las cosas que mas me gustan de este tipo de excursiones, es la camaradería que surge entre todos, es como si se creara un ambiente de alegría colectiva, que nos embarga a todos y nos hace sentir como si fuéramos amigos de toda la vida. 



De regreso nos encontramos con algunos habitantes de estos hermosos parajes,  unos a pie, otros en mulas (el trasporte que utilizan para hacer los recorridos) todos saludaban amablemente. Siempre he pensado que no hay rostros más hermosos que los sonrientes, de esos sinceros que trasmiten paz. 



De vuelta en el pueblo, nos esperaba una rica comida, y una noche reparadora, porque la parte más ruda de la caminata, sería el último día ¡el ascenso! ese para el cual me sentía preparada, y en el que me llevé una de las imágenes más hermosas que he visto en mi vida, un amanecer entre las nubes.



Con las pupilas extasiadas, inicié un camino fuerte, pero que valía la pena, y el cual sin duda volvería a hacer una y otra vez, solo por el placer infinito de ver estas maravillas naturales.